¿Por qué los salarios en España son tan bajos? ¿Por qué hay segmentos de la población que sienten que no logran prosperar? ¿Por qué la economía española sufrió más en la crisis financiera y tardó tanto en recuperarse? ¿Por qué el PIB per cápita de Malta es mayor? ¿Por qué se habla de década perdida?

Todas estas preguntas podrían responderse en una palabra. Bueno, dos: baja productividad.

Detrás de la mayoría de males que aquejan a la economía española está la baja productividad. Una enfermedad diagnosticada hace tiempo por los economistas. Una enfermedad con cura a la que, sin embargo, no se le hace mucho caso. Quizás porque lleva sufriéndose desde que el mundo es mundo. Quizás porque es más sencillo hablar de problemas en la superficie. Quizás por lo aburrido del término: ¿Productividad? (bostezo) ¿Qué es eso?

«La productividad es la clave de todo. El tema fundamental de la economía«, destaca José Emilio Boscá, investigador asociado de Fedea.

La baja productividad es la que explica por ejemplo que la riqueza de los ciudadanos no haya aumentado en los últimos 18 años.

«Ahora mismo tenemos la misma renta per cápita en términos reales (el mejor predictor que tenemos de la riqueza de un país) que en el año 2005: unos 24.600 euros. Vamos camino de dos décadas perdidas«, lamenta Toni Roldán, director del Centro de Políticas Económicas de Esade (EsadeEcPol).

En ese tiempo, España tampoco ha logrado alcanzar a sus socios europeos. «Al contrario, mientras en 2005 la renta per cápita en España era solamente un 9% inferior al promedio de las economías del euro, ahora es un 17% más baja», añade Roldán.

Pero esto no viene solo de 2005, matiza Boscá: «En 2005 España se estancó, pero lleva sin converger desde los años 80, porque desde entonces la renta per cápita crece menos o no crece».

Si el PIB per cápita está estancado es básicamente porque la productividad no ha crecido. España crece porque vende más, la economía crece porque hay más empleados produciendo para vender más, pero si cada empleado no produce más, su riqueza se estanca.

«Esta situación refleja una parálisis en la productividad de la economía española: hemos crecido, pero ese crecimiento no se explica porque seamos más eficientes haciendo lo que hacíamos. Simplemente hemos añadido más capital y personas al mercado laboral, pero no hemos mejorado en productividad», observa Roldán.

Es lo que explica que ahora mismo haya más gente que nunca trabajando en España, pero seamos más pobres que antes. Pero vamos de nuevo al grano. Eso de la productividad, ¿qué significa exactamente?

Todo el mundo ha tenido alguna vez un día cero productivo y un día súper productivo. Da igual que no fabriques bienes tangibles. La productividad es el termómetro que mide el resultado de tu trabajo.

«En su versión más sencilla e intuitiva, la productividad es la relación que existe en cualquier proceso productivo entre los resultados (bienes y servicios) obtenidos y los factores utilizados en dicho proceso (básicamente, trabajo y capital). Se trata, en cierto modo, de un concepto próximo al de eficiencia económica», resume Jesús Ruiz-Huerta, director del Laboratorio de la Fundación Alternativas.

En otras palabras, una empresa donde cada trabajador produce 3 sillas por hora, su productividad no varía, y generalmente pagará siempre lo mismo a cada empleado. Pero si empieza a producir 5 sillas por hora, podrá vender más sillas, y por lo tanto podrá pagar más a cada empleado, porque es más productiva.

Hay diferentes formas de medir la productividad: número de trabajadores, de puestos de trabajo, horas trabajadas… «Da igual cuál cojamos, siempre tenemos menores niveles de productividad y en los últimos años menores tasas de productividad que los países de nuestro entorno», apunta Boscá.

Si cogiéramos por ejemplo el indicador de PIB per cápita por hora trabajada de la OCDE, España estaría en 52,5 puntos, por debajo de los 64,7 puntos de media de las 7 grandes economías (G-7), Suiza (76,5 puntos), Suecia y EEUU (74) o Alemania (68,6).

Otra fuente de información, apunta Ruiz-Huerta, es el documento de Estrategia España 2050 (un informe lleno de recetas para mejorar la productividad que quedó en papel mojado. Según la información contenida en el mismo, el indicador de productividad laboral en euros arrojaba una cifra de 42 en 2019, muy inferior a los de los mayores países de la Unión.

No es el sol, la cervecita, ni la siesta: Por qué somos menos productivos

No, no es culpa de la siesta. Por mucho que haya vecinos europeos (incluso algún ministro de Finanzas) que vean el origen del problema en una postal de clichés simplistas, todos, culpables de la baja productividad, no se trata de eso (tampoco es el buen tiempo).

El consenso entre los economistas en torno a las causas es absoluto y, en un reciente discurso, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, los resumía, según recuerda Ruiz-Huerta. También Roldán y Boscá citan algunos:

  1. La falta de inversión en innovación y de implantación tecnológica, sobre todo por parte de las empresas. Una empresa que no gasta en buscar fórmulas para vender más podría aumentar sus ventas si aumenta la demanda. Pero si invierte en innovación podrá aumentar sus ventas porque produce más.
  2. La baja cualificación. Un empleado peor formado es un empleado menos productivo. Los altos niveles de abandono escolar, el elevado porcentaje de la población activa con baja formación.
  3. Un mercado laboral disfuncional, donde las empresas apenas invierten en formar a sus empleados, en parte porque muchos tienen contratos temporales o de jornada parcial.
  4. La maraña regulatoria, a nivel sectorial, pero también territorial, que reduce la competencia y calidad de los servicios.
  5. Un país de empresitas. En España, solo el 0,16% del tejido empresarial son grandes compañías. El resto son pymes. Los recursos y capacidad que tiene una empresa pequeña para hacer frente a los puntos anteriores son mucho menores que los de una gran empresa.

Un problema invisible visible en todas partes

Como el aire mismo, que está en todas partes pero no se ve, las consecuencias de la baja productividad permean toda la economía.

Son las que explican por ejemplo que España fuera la gran economía que más sufrió por la crisis del COVID-19, pero también que tardara tanto en cerrarse la brecha de la última crisis financiera. «Las últimas crisis no solo las ha recibido España. Ni la Gran recesión, ni la pandemia, ni la inflación. No son shocks específicos, pero la manera como España ha reaccionado es diferente. Hablamos de un modelo de crecimiento determinado que acabó provocando que el golpe fuera comparativamente mayor», explica Jorge Galindo, director de economía política y visualización de datos en EsadeEcPol.

«Tenemos el problema salarial, clases que sienten que no logran prosperar, el problema de bajo crecimiento estructural, el hecho de que Eslovenia nos supere en PIB per cápita…», recuerda Galindo. El alto paro estructural es otro ejemplo. España es ya, por tradición, el país con la tasa de paro más alta en Europa, incapaz de bajar del doble dígito mientras en Europa tocan mínimos históricos.

Pero también «la detención del ascensor social y el estancamiento socioeconómico de algunos colectivos, en los que se tienden a cronificar bajos niveles de vida entre padres e hijos», apunta Ruiz-Huerta. Incluso, añade, «quizás también la polarización creciente y el aumento del colectivo de renta más alta».

Y sin embargo pocas veces se habla directamente de ello. «No es fácil que la cuestión de la productividad de la economía llegue con claridad al debate público y entre los ciudadanos», observa Ruiz-Huerta.

La cura (que todo el mundo conoce pero nadie aplica)

Hace mucho que los economistas elaboraron una lista de recetas para solucionar el problema de la productividad en España. «Están incluidas en el documento España 2050«, recuerda Boscá, que participó en la elaboración de esas recetas.

El resumen sería básicamente atajar cada una de las causas mencionadas anteriormente. Pero también hay métodos. «Desde EsadeEcPol hemos propuesto un plan Biden de infraestructuras humanas: una transformación agresiva de las políticas que se han venido implementando hasta ahora«, comenta Roldán.

Para Roldán, el conocimiento es la piedra angular del crecimiento. Por eso, explica, esa transformación pasa por cambiar el sistema educativo, universitario, de investigación y de innovación, a través de «un programa muy agresivo de retención y atracción de talento investigador financiado con fondos europeos; una reforma de la universidad que permita premiar a los buenos investigadores y un sistema de profesorado en educación primaria y secundaria más competitivo y mejor formado».

Ruiz-Huerta, por su parte, recuerda estos seis puntos:

1. Mejorar la formación del capital humano, reformando en profundidad los sistemas educativos y de forma especial, las universidades y la formación profesional, adaptándolas a las exigencias de la realidad y los retos que afrontamos (el envejecimiento de la población, el proceso de digitalización y el riesgo climático y los cambios ecológicos).

2. Aumento de la inversión de la I+d+i, vinculada a las reformas del sistema educativo y del tejido empresarial (facilitando su transformación digital) y el estímulo riguroso del emprendimiento. «Desde hace algunos años, la Fundación Alternativas publica los Informes de Ciencia y Tecnología dedicados a la explicación de los problemas y deficiencias en este ámbito y las propuestas de alternativas a los mismos».

3. Modernización de la gestión de las actividades económicas privadas y públicas, limitando las distorsiones generadas por las trabas administrativas y normativas en las decisiones de inversión y de contratación.

4. Reformar el mercado laboral para reducir la tasa de paro y estimular la incorporación al mercado de trabajo de los colectivos hoy excluidos.

5. Hacer exámenes de gestión pública, en línea con la estrategia de los Spending review promocionados por la UE y los análisis efectuados por la Airef.

6. Poner en marcha el Consejo Nacional de Productividad. En 2016, el Consejo de la Unión Europea instó a todos los Estados miembros de la zona del euro a establecer Consejos Nacionales de Productividad para fomentar el debate sobre temas relacionados con la productividad y la competitividad.  Seis años después de la recomendación del Consejo, solo 3 países (Estonia, España e Italia) siguen sin contar con un CNP.

Inma Benedito

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