¿Te sientes como un pez grande en un estanque pequeño? Las personas sobrecualificadas que ejercen un trabajo muy por debajo de sus estudios evidencian mayor insatisfacción y malestar psicológico. ¿Qué podemos hacer ante esta situación?
El término “trabajadores sobrecualificados” define un problema cada vez más evidente en nuestra sociedad. Son personas con estudios superiores que no logran encontrar un empleo acorde a sus conocimientos y competencias. La imposibilidad para desarrollarse en su profesión no siempre se debe a su falta de iniciativa, empeño o persistencia.
El fallo quizá está en un mundo cada vez más dominado por las incoherencias. Hay tan pocas ofertas de trabajo para empleados ampliamente formados, que no hay otra opción que bajar las miras. La única salida está en postularse en una categoría inferior, en reducir las expectativas e incluso las ilusiones para contribuir al progreso en ese ámbito del que uno era experto.
Esto explica, por ejemplo, por qué cuando se oferta un puesto de técnico en una empresa aparecen 100 ingenieros. También que, ante un puesto de administración, apliquen 100 licenciados con uno, dos o cinco másteres. El caso es trabajar, tener un sueldo, estar dentro del mercado laboral y sentir que uno vale para algo.
No obstante, tampoco esto último es fácil de conseguir. La persona altamente cualificada también tiene serias dificultades para lograr un empleo, aunque esté muy por debajo de su cualificación. Todo ello se traduce en una gran angustia psicológica…
Vivimos en un contexto en el que la oferta de formación universitaria no se corresponde con las necesidades del sistema productivo.
Trabajadores sobrecualificados, un sufrimiento silenciado
Son muchas las personas que se habrán visto en esta misma situación. Revisan a diario las ofertas de trabajo y tras ver una que más o menos les puede encajar, aplican a la misma. Hay una llamada, una entrevista y un proceso de selección. Finalmente, se les indica que su currículum es sobresaliente, pero que debido a esa sobrecualificación están descartados.
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«Aquí te aburrirías», les dicen. «Tus competencias están por encima de este trabajo, mereces algo mejor», insisten. Sin embargo, cuando las ofertas de trabajo de empleos cualificados es mínima, la persona debe optar por fuerza a trabajos de categorías inferiores. Y es ahí donde surge el problema: descubrir que buena parte de los empleadores no quieren trabajadores sobrecualificados.
Es evidente que hay una paradoja latente. El sistema productivo de muchos países no se ajusta con la oferta de titulaciones que se ofrece a los jóvenes. La oferta de empleo real está muy por debajo del número de graduados universitarios que salen cada año al mercado.
Asimismo, siempre hay excepciones, y esa sobrecualificación no afecta por igual a todos los titulados. Sin embargo, la mayoría se ve en esta encrucijada personal, laboral y existencial. Las secuelas que se derivan de esta situación son múltiples.
El problema de la sobrecualificación no es exclusivo de la población más joven y los recién graduados. Son muchas las personas con larga experiencia y elevada cualificación que se ven sin trabajo en un momento dado y con grandes dificultades para volver al mercado laboral.
Frustración, desmotivación e infelicidad
La sobrecualificación puede entenderse como la percepción de que uno tiene unas habilidades muy superiores a los requisitos de un trabajo concreto. Esta es una realidad que experimentan una parte significativa de los trabajadores del actual mercado laboral. Porque, cuando por fin logran acceder a un empleo, es común que poco a poco aparezca el pinchazo de la frustración.
Un ejemplo, en la Universidad Internacional de Florida llevaron a cabo un metanálisis de la sobrecualificación percibida. Para ello analizaron 25 años de investigación para aclarar hallazgos y llegar a unas conclusiones que publicaron en un estudio.
Los trabajadores sobrecualificados se sienten como peces grandes en estanques pequeños. No están satisfechos con labor que hacen, no se sienten comprometidos con la organización y además experimentan estrés, tensión psicológica, infelicidad…
Asimismo, esto es algo que saben también los gerentes y los empleadores. Son conscientes de que cuando una persona tiene una labor para la que está sobrecualificada, es probable que empiece a llegar tarde al trabajo y sufrir mayores bajas a causa del malestar.
Trabajadores sobrecualificados, un fenómeno cada vez más común
Michael Harari, autor del trabajo antes citado, señala algo destacable. Casi la mitad de todos los graduados universitarios en Estados Unidos ocupan trabajos que no requieren un título. Lo mismo sucede en otros países. En España, por ejemplo, hay 10 millones de titulados superiores, pero solo 6 millones de puestos presentan una cualificación acorde a esos títulos.
Esto significa que una parte amplia de ese esas personas serán trabajadores sobrecualificados. Es decir, se verán abocados a optar a puestos muy por debajo de sus estudios y experiencias. A ello se le añade que no todos los empleadores quieren esta tipología de trabajador. ¿A qué nos lleva esto?
A vidas truncadas, a la frustración y a un modelo de educación que no se ajusta a los modelos de producción. A una sociedad que no se moderniza, que habla de avances, pero que no ofrece puestos para la investigación. También a un mundo que dice ser cada vez más sensible con las necesidades humanas, pero que no responde de manera práctica y real a dichas realidades.
¿Cuál es la solución?
Hay muchas personas que, necesitadas de un empleo, deciden eliminar estudios y experiencias de sus currículums. Sin embargo, esta estrategia no siempre es una buena opción. Es caer en la deshonestidad y tarde o temprano irá en su contra. La mejor estrategia, siempre que nos sea posible, es no decaer y seguir optando a empleos acordes a la formación que se tenga.
Hay que tirar de paciencia, también de estrategias e innovación. Hay quien se arriesga a emprender, otros deciden abrir fronteras y probar suerte en otras ciudades e incluso países. No obstante, el mayor desafío está en los trabajadores cualificados senior que pierden su empleo. En estos casos, siempre resulta complicado volver a ese mercado, tan falto de oportunidades también para los que ya tienen una edad.
Sea como sea, es importante no caer en el desánimo, buscar apoyo de amigos, familiares y de otros colegas de profesión. El problema no está en quien aúna esfuerzos e ilusiones por adquirir la mejor formación posible. El problema está en un sistema productivo que no aprecia el talento y que no responde a las necesidades de la sociedad.