El famoso CEO de Tesla, Elon Musk, dijo en 2018 que para cambiar el mundo hay que trabajar «unas 80 horas a la semana». Pero las estadísticas sugieren que Musk —cuya contribución a «cambiar el mundo» es, en el mejor de los casos, dudosa— tiene una percepción completamente errónea del horario de trabajo.

Los estudios han demostrado que la jornada laboral óptima es de unas 5 horas al día, e incluso algunos investigadores sugieren que sólo somos realmente productivos durante menos de 3 horas al día. Y seguramente tú creas que has hecho lo que considerarías un «día de trabajo» en mucho menos tiempo que lo que la jornada estándar establece, que son unas 8 horas.

También estoy seguro de que recordarás ocasiones en las que has hecho 9 o 10 horas de «trabajo» que no parecían contribuir al éxito final de la empresa. Los empleados se pasan horas trabajando en agendas, informes, resúmenespresentacionesreuniones y otras tareas que parecen trabajo, pero que al final no producen nada significativo.

Una encuesta realizada a más de 10.600 trabajadores de la empresa de software para el lugar de trabajo Asana descubrió que los empleados pasaban el 58% de su día haciendo «trabajo sobre el trabajo» y un estudio de Harvard Business Review de 2013 descubrió que los trabajadores pasaban una media del 41% en «tareas que les hacen sentir ocupados y, por tanto, importantes».

Es hora de acabar con este ritmo intenso.

En vez de centrarse en el acto de trabajar o en el número de horas que pasan bajo la mirada del jefe, los empleados y las empresas deben centrarse en los resultados. De hecho, los empleados con más éxito son los que no parecen «trabajar duro», sino que aportan efectivamente valor a su empresa, al tiempo que mantienen un equilibrio saludable con el resto de sus vidas.

En otras palabras, trabajan de forma inteligente, no dura.

Las empresas tienen puesto el foco en el sitio incorrecto

Gran parte del trabajo de oficina y de cuello blanco se ha convertido en un espectáculo, una forma de justificar la posición de uno en una empresa que la mayoría de las veces ni siquiera da resultados.

En los espacios de trabajo tóxicos es habitual decir que salir a tiempo da «una mala imagen al jefe», porque demuestra que no se está «comprometido» con la empresa. Pero el incremento generalizado del trabajo a distancia ha puesto de manifiesto accidentalmente la disonancia subyacente de esta farsa empresarial.

¿Quiere tu jefe que completes tus tareas y crees valor para la empresa? ¿O quiere que trabajes 8 horas (o más) sólo para verte encerrado allí? Las empresas dicen que quieren ser ágiles y eficientes, pero llevan años confundiendo «trabajar mucho» con «trabajar muchas horas», romantizando el consumo del tiempo y convirtiendo en héroes a los ineficientes que trabajan 80 horas a la semana.



En vez de intentar replantearse cómo valoran a los empleados cuando no están en el mismo espacio físico todo el día, las empresas han pasado gran parte de la pandemia aferrándose al viejo modelo de «más horas = más productivo».

Por ejemplo, céntrate en el concepto cyberloafing (ciberdescanso) o el uso de internet para fines no laborales. BBC dice que el cyberloafing es «cruzar la línea entre refrescarse y perder el tiempo».

El término forma parte de una campaña de intimidación sobre los trabajadores «holgazanes» que no dedican cada fibra de su ser a crear valor para la empresa, sino que aparentan hacer todo lo que su trabajo les exige. Sin embargo, una nueva investigación ha evidenciado que el ciberdescanso puede ser realmente productivo porque permite resetear la mente y estimular su creatividad.

El pánico social por el ciberdescanso es el síntoma de un problema mayor en las empresas. Los directivos y ejecutivos se han desconectado completamente de la mano de obra y de los resultados reales de una empresa. La secta ejecutiva tiene que imaginar lo que hace un buen trabajador, que a menudo se reduce a «trabaja muchas horas y siempre coge el teléfono».

Como los resultados de gran parte del trabajo de conocimiento son difíciles de medir, es más fácil que los directivos basen su evaluación en la frecuencia con la que parecen estar ocupados en lugar de evaluar los resultados que realmente determinan su valor real.

Por eso vemos que empresas como JPMorgan instituyen una tecnología de vigilancia draconiana para seguir los movimientos de sus empleados que deja a los trabajadores «estresados, agotados y con miedo a hablar de lo que pasa».

Estas herramientas se venden como un medio para «asegurarse de que el trabajo se hace», pero en realidad sólo crean la presión de trabajar más horas y mirar constantemente por encima del hombro. Los investigadores han llegado incluso a la conclusión de que, en realidad, pueden inhibir la productividad.

El argumento para no trabajar «duro»

Tengo una idea loca para el futuro del trabajo: menos horas, más resultados y trabajadores más felices.

Las empresas se han convertido en un monstruo feo e ineficiente que confunde las horas trabajadas con los resultados creados, pensando que capturar y drenar a los trabajadores de su tiempo y felicidad les hace ganar más dinero. Necesitamos construir una cultura corporativa que se centre en la creación de resultados reales, que esté totalmente desconectada de la cantidad de horas que se «trabaja».

Una corporación más orientada a la producción sería una que beneficiara a la gran mayoría de los trabajadores y de las compañías, una que evitara la idea del exceso de trabajo de los obreros y que apreciara la salud mental y física de los que crean valor.

Los trabajadores a los que se les da la libertad de centrarse en la creación de valor y no en el supuesto trabajo duro de no moverse de su silla serán más felices, más productivos y más propensos a permanecer en la empresa.

Un estudio de la Universidad de Warwick descubrió un aumento del 12% en la productividad entre los trabajadores más felices, y el investigador principal concluyó que «los trabajadores más felices utilizan el tiempo que tienen de forma más eficaz, aumentando el ritmo al que pueden trabajar sin sacrificar la calidad».

Pero en lugar de fomentar esa felicidad y a pesar de las investigaciones que demuestran que trabajar más de 50 horas a la semana tiene un rendimiento decreciente, el 95% de los trabajadores sienten actualmente una presión externa para trabajar en exceso. Existe una continua hostilidad hacia aquellos que no trabajan al menos 40 horas, simulando «trabajar duro» para su empresa.

Las empresas más exitosas del futuro serán las que tengan una actitud de gratitud innata tanto hacia el trabajador como hacia el producto de su trabajo. La métrica más importante para la retención de los empleados, según un estudio del Boston Consulting Group, es el aprecio por el trabajo real del trabajador.

Esto no significa simplemente darles un toque de atención en una reunión de equipo, sino tener un respeto y un reconocimiento básicos por su producción, dándoles el espacio mental y físico para que realmente hagan las cosas sin las distracciones y frustraciones de las tareas menores.

Si un trabajador puede hacer todo su trabajo en 3 horas, hay que aplaudirlo en vez de criticarlo. Si una persona puede hacer su trabajo mejor desde casa, dale la libertad de hacerlo. Si puede producir resultados de calidad pero prefiere hacerlo entre las 2 y las 9 de la mañana, más poder para ellos.

Otra forma de que las empresas sean eficientes y muestren estima por sus empleados son los sindicatos. En vez de verlos como un problema, las empresas deberían adoptarlos como una forma de normalizar los derechos de los trabajadores para que éstos puedan centrarse en hacer ganar dinero a la empresa.

Un contrato negociado por un sindicato es el que dice literalmente a la empresa lo que quieren los trabajadores. En vez de absorber el tiempo de los empleados individuales en las idas y venidas sobre cada aumento, beneficio y desacuerdo con la dirección, una voz colectiva les permitirá sentirse escuchados y dedicar más tiempo a su trabajo real.

¿Qué mayor respeto hay por el trabajador que escuchar sus demandas y obligarse legalmente a ellas?

En lugar de ensalzar el «trabajo duro» y la «cultura del esfuerzo», tanto las empresas como los empleados deberían impulsar una sociedad favorable a los trabajadores que aprecie el trabajo y los resultados por encima de conceptos vagos como la «gestión» y la política de oficina.

Las mejores empresas serán las que adopten esa sociedad y vean a sus trabajadores como lo que son: profesionales que deben ser tratados con respeto, empatía y gratitud.

Ed Zitron

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