En el universo del SEO los cambios se suceden a la velocidad del rayo y las reglas que allí imperan están a merced de una mutabilidad casi supersónica. Lo que hoy es palabra de Dios en el SEO puede mutar mañana en pecado mortal.

Puesto que Google hace cambios de manera constante en su algoritmo, los terremotos (de menor y mayor magnitud) son el pan nuestro de cada día en el SEO. Quizás por esta razón el SEO ha muerto una y mil veces (para después desmentir a quienes querían quizás enterrarlo de manera excesivamente precipitada y seguir vivo y colando).

Después de morir en infinitas ocasiones (para luego resucitar), la parca y su afilada guadaña vuelven a acechar (por enésima vez) al SEO. Se supone que el SEO (y los motores de búsqueda en general) están muriendo por la entrada en escena de la cada vez más ubicua inteligencia artificial (IA).

La irrupción de chatbots como ChatGPT y Bard, cuyas respuestas a las preguntas planteadas por los usuarios son ya asombrosamente buenas (y más lo serán previsiblemente en el futuro), dejará obsoletas supuestamente las listas de resultados suministradas por Google y otros buscadores. Y los usuarios dejarán de hacer clic en los links incluidos en esas listas de resultados porque ChatGPT y compañía ya han respondido apropiadamente a sus preguntas. Algunos aventuran que Google está abocado a mutar en un motor de respuestas y dejar atrás su naturaleza de motor de búsquedas.

Pero, ¿se muere realmente el SEO como consecuencia de la entrada en escena de la IA? Sentenciar a muerte a una disciplina que ha demostrado una y mil veces en el pasado su capacidad de adaptación se antoja quizás demasiado aventurado. Y puede que los motores de búsqueda canalicen menos búsquedas en el futuro como consecuencia de la creciente popularidad de los chatbots, pero ello no quiere decir que el SEO (si lo entendemos con una disciplina enfocada a hacer más fácil el descubrimiento de contenido en general) vaya a quedarse huérfano de relevancia.

¿Muerte o evolución del SEO?

La Generación Z ha cambiado notablemente sus hábitos de búsqueda. De hecho, buena parte de los centennials dejan totalmente de lado Google para acometer búsquedas y las emprenden directamente en redes sociales como TikTok, Instagram o Reddit.

Sin embargo, en las redes sociales el usuario no es confrontado con una lista anónima de links de color azul sino con contenido generado por influencers, creadores y usuarios reales. Cuando emprenden unas búsquedas, los jóvenes adscritos a la Generación Z desean ser agasajados no tanto con contenido alumbrado por personas para el algoritmo de Google como con contenido generado por personas para personas. O dicho de otra forma: los más jóvenes prefieren consultar a la comunidad de una red social que encomendarse a las respuestas (artificiales) de un chatbot.

El cambio en la manera efectuar búsquedas, que se están apartando de Google para arrojarse en los brazos de las redes sociales, no significa necesariamente el óbito del SEO. Significa simplemente que esta disciplina tendrá que adaptarse (otra vez) a las peculiaridades de las nuevas plataformas en las que se cobijan las búsquedas.

Y si el SEO en su vertiente más clásica trabaja principalmente con textos, en el futuro tendrá que hacerlo también con vídeos cortos, que deberán ser convenientemente optimizados para ser fácilmente descubiertos por el usuario.

Las marcas están siempre allí donde está su público objetivo. Y la irrupción de la IA no cambia en absoluto esta circunstancia. Puede que las plataformas cambien, pero la necesidad de las marcas de interactuar con sus clientes potenciales mediante contenido orgánico persiste. Y da igual si el usuario accede a ese contenido orgánico a través de los motores de búsqueda, las redes sociales o los chatbots. Alguien debe optimizar ese contenido orgánico y esa tarea recae impepinablemente sobre los hombros del SEO.

Esther Lastra

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