El secreto del éxito empresarial

¿Qué hace que una empresa tenga éxito? Todos los consultores, fundadores de empresas y analistas financieros pueden responderte, y todos te dirán algo diferente. ¡Liderazgo de servicio! Cultura de innovación. Una plantilla diversa, unos fundamentos empresariales sólidos, la calidad de los aperitivos en la sala de descanso… ¿quién sabe?
Ahora, un grupo de economistas ha recopilado una exhaustiva base de datos sobre los orígenes y destinos de 50 millones de empresas estadounidenses. Querían saber cuáles se convirtieron en las mayores empresas de su sector. Cuáles triunfaron.
El jefe del equipo, John Haltiwanger, es un economista de la Universidad de Maryland que estudia el dinamismo. Esto significa que trata de entender los cambios a lo largo del tiempo: por qué algunas cosas surgen y otras se extinguen. Él y su equipo analizaron la vida útil de las empresas estadounidenses fundadas entre 1981 y 2022. Examinaron un impresionante abanico de factores: demografía de los propietarios, estructura de gestión, financiación inicial, rentabilidad, incluso las aspiraciones de los fundadores. Es nada menos que un completo repaso de lo que convierte a una empresa en un gigante: «la mejor base de datos», como dice Haltiwanger.
Entonces, ¿qué hace que los números suban y vayan a la derecha, oh, gran y poderosa base de datos? ¿Qué hace que una empresa tenga éxito?
La respuesta —te sorprenderá oírlo— es el dinero.
La mayor correlación entre el éxito empresarial y los factores analizados por Haltiwanger es el volumen de financiación que una empresa es capaz de reunir antes de su lanzamiento. Empezar con un millón de dólares (unos 950.000 euros) aumenta la probabilidad de éxito en 25 puntos porcentuales. Es como el viejo chiste de Steve Martin: »He aquí cómo hacerse millonario: primero, consigue un millón de dólares».
Pero Haltiwanger descubrió que también importa de dónde viene el dinero. Si te autofinancias con tarjetas de crédito, tus posibilidades de éxito disminuyen en 2 puntos. Si obtienes un préstamo de un banco, tus posibilidades mejoran en 9 puntos, pero eso ha sido cada vez más difícil de conseguir en las dos últimas décadas. Así que lo mejor es contar con el apoyo de un fondo de capital riesgo, lo cual aumenta tus probabilidades de éxito en 5 puntos.
Como siempre presume Silicon Valley, las startups respaldadas por el capital riesgo han sido realmente las empresas económicamente más dinámicas y productivas de Estados Unidos. Son las que más innovan, las que más patentes tienen, las que tienen los mayores presupuestos de I+D. Y a menudo han llegado a tener el mayor número de empleados, la métrica que el equipo de Haltiwanger utilizó para indicar el éxito.
Y ahí radica el problema: casi nadie consigue seducir al capital riesgo. Del millón y medio de empresas que se crean cada año, solo unos pocos miles reciben inversiones de estas firmas. Y la mejor manera de conseguirlo, según Haltiwanger, es ser un hombre joven y blanco.
Haltiwanger no es el primero en descubrir los prejuicios del capital riesgo. Como ya he escrito anteriormente, los inversores de capital riesgo son en su mayoría hombres blancos y tienden a dar dinero a gente que conocen y que les cae bien, que a su vez también son en su mayoría hombres blancos. El año pasado, cuatro de cada cinco operaciones de capital riesgo fueron a parar a un equipo de fundadores exclusivamente masculino.
Pero el estudio de Haltiwanger confirma el patrón. Las mujeres y los empresarios que no son blancos tienen menos probabilidades de contar con inversores externos, pero los fundadores jóvenes tienen más probabilidades de tenerlos. El secreto para tener éxito en los negocios, según los datos, se reduce esencialmente a ser un tech bro que recibe dinero de otros tech bros.
«Hay muchas cosas que tienen que salir bien para que tengas éxito», afirma Florian Ederer, economista de la Universidad de Boston que estudia las startups. «Eso siempre va a privilegiar a la gente con mejores contactos y mejores condiciones iniciales de partida».
Lo sé. No es estupendo. Los datos confirman la experiencia vivida por millones de emprendedores: cuanto más rico empiezas, más rico es probable que llegues a ser.
Pero Haltiwanger espera utilizar su base de datos para responder a una pregunta aún más profunda que la de por qué algunas empresas tienen éxito. Es decir, por qué cada vez más empresas no lo consiguen. Los datos de Haltiwanger muestran que la legendaria energía de las startups de Silicon Valley —la historia del origen de un par de genios en los años 80 que construyeron algo en un garaje que se convirtió en Apple, Microsoft o Google— ya no se da tanto. El dinero del capital riesgo sigue ahí, pero no el dinamismo.
Las empresas jóvenes solían ser importantes fuentes de empleo. En 1981, el 15% de los trabajadores estadounidenses trabajaban en compañías que tenían cuatro años o menos. En 2022, el equipo de Haltiwanger descubrió que esa cifra se había reducido al 9%. Y esas empresas ya no crecen tan rápido como antes. En 1999, las compañías más dinámicas superaban la tasa media de crecimiento en un 30%. En 2012, se expandían prácticamente al mismo ritmo que las demás.
Si el sector tecnológico fuera tan dinámico como en los años 90, cuando una cohorte de startups creció hasta convertirse en una Big Tech, estaría enviando un constante flujo de nuevos competidores al terreno de juego. Pero no ha sido así. «¿Hemos visto desde hace tiempo una cohorte notable como esa?», se pregunta Haltiwanger.
«La respuesta es no, y no sabemos por qué». Para averiguarlo, añade, habrá que hacer más cálculos. Pero tiene algunas teorías.
Teoría nº1: Puede que la gente esté creando otros tipos de pequeñas empresas, no de alta tecnología, sino restaurantes, servicios de limpieza de piscinas y estudios de yoga. Estas empresas tienen más probabilidades que las tecnológicas de ser propiedad de mujeres y personas de color. Según Haltiwanger, entre 2002 y 2021, el porcentaje de empresas jóvenes dirigidas por mujeres aumentó del 10% al 18%, mientras que el de las dirigidas por personas de color pasó del 10% al 27%. Pero esos propietarios casi nunca obtienen fondos del capital riesgo, y es más probable que se autofinancien con tarjetas de crédito. Por eso tienen menos probabilidades de crecer como lo hacen las empresas tecnológicas.
Teoría nº2: Ahora que un puñado de empresas como Google y Meta dominan el panorama tecnológico, es posible que el tipo de personas que en otras circunstancias podrían haber sido fundadores de empresas estén obteniendo trabajos bien remunerados y poco estresantes en las grandes tecnológicas. Al fin y al cabo, en las compañías más antiguas y de crecimiento más lento es donde están los puestos de trabajo. En otras palabras, las pequeñas empresas se han vuelto menos dinámicas porque unas pocas de las grandes emplean ahora a todos los aspirantes a convertirse en emprendedores.
Teoría nº3: Las grandes empresas tecnológicas no solo emplean a todos los talentos, sino que también compran todas las startups más prometedoras. A finales de los 80 y principios de los 90, las startups innovadoras tenían más probabilidades de salir a bolsa que de ser compradas; en 2001, ocurrió lo contrario. En 2019, solo hubo 100 salidas a bolsa, frente a 900 adquisiciones. La mayoría de las startups fueron compradas por la media docena de grandes empresas tecnológicas que uno esperaría. Los nuevos no se hicieron grandes. Fueron devorados.
La pregunta que se hace Haltiwanger —por qué las nuevas empresas no crecen tan rápido como antes— es importante. Antes del año 2000, cuando las empresas podían crecer más, el crecimiento de la productividad agregada de Estados Unidos era algo superior al 2%. Desde entonces, es más bien del 1%. Un menor dinamismo actúa como freno de la economía.
Ahora bien, es posible que todas esas pequeñas startups engullidas por las empresas más grandes sigan creando propiedad intelectual y puestos de trabajo y nuevos productos, dinamizando la economía de un modo que los números han pasado por alto. «Las pruebas aún no son definitivas. Es algo que queremos investigar», afirma Haltiwanger. «Pero, si la innovación se estaba produciendo de la misma manera que antes —las startups estaban contribuyendo tanto como antes, solo que de forma diferente—, entonces ¿por qué el crecimiento de la productividad es tan bajo? Algo ha cambiado».
Lo que nos lleva a la Teoría nº4: Tal vez, piensa Haltiwanger, la pausa en el crecimiento empresarial sea algo bueno. Quizá, solo quizá, sea la calma que precede a la tormenta innovadora.
La historia convencional, tal como se cuenta en Silicon Valley, es que las startups tecnológicas crecieron gracias a la visión audaz y arriesgada de los inversores de capital riesgo que las respaldaban. Haltiwanger cree que es más complicado. Por un lado, la productividad y la innovación tecnológica impulsadas por las startups se produjeron mucho antes de la invención del capital riesgo moderno. Y, por otro, los periodos de innovación suelen ir precedidos de un notable retraso en el crecimiento. Si nos fijamos en las industrias que experimentaron un auge en el siglo pasado (química, automovilística, robótica), veremos que hay un periodo de inactividad antes de que la nueva tecnología se implante a gran escala. Las startups resuelven en silencio los problemas de sus locas ideas y brotan cuando la tecnología está lista.
Si esto es cierto, Haltiwanger teoriza que tal vez la actual caída del crecimiento empresarial sea una señal de un boom que está por llegar. Y puede que, esta vez, la nueva tecnología que está a punto de irrumpir en escena sea la inteligencia artificial (IA).
«Estamos viendo claramente un aumento de las startups en los últimos años», afirma Haltiwanger. «Vemos en los datos que está estrechamente ligado a la IA. La pregunta realmente difícil es: ¿se trata de una nueva plataforma, un cambio pionero en la forma en que hacemos negocios, trabajamos y vivimos? ¿O no va a tener la misma repercusión que la informática?». Eso es lo que Haltiwanger trata de responder con su monstruosa base de datos. La ralentización de la productividad de los últimos diez años podría ser solo el periodo de asentamiento previo a una explosión de nuevas e ingeniosas soluciones de IA, y experimentaremos otro periodo de dinamismo.
Por supuesto, las explosiones también causan mucho daño. Los sistemas de IA más baratos y ligeros de China, como DeepSeek, podrían anular las maniobras intensivas en capital de los aspirantes a líderes como OpenAI. O la IA podría eliminar millones de puestos de trabajo, provocando todo tipo de trastornos económicos. O las startups de IA más innovadoras podrían ser absorbidas por empresas como Microsoft y Google antes de convertirse en gigantes tecnológicos. La economía podría volverse más dinámica con el auge de la IA. Pero, si la nueva tecnología avanza rápido y rompe cosas, como han hecho muchos de sus predecesores, ¿seguirá contando eso como éxito?