Hace ya unos viernes, los clientes más madrugadores del Silicon Valley Bank (SVB) se apiñaban nerviosos a primera hora de la mañana frente a sucursales cerradas de la entidad en San Francisco, Boston o Manhattan (EEUU). Se habían retirado 42.000 millones de dólares (39.000 millones de euros) el día anterior, y el banco parecía estar al borde del abismo.

En Austin, Texas, un empresario especializado en fintech, Henry Yoshida, recibió un mensaje por teléfono.

Te escribo de nuevo, obviamente por las nuevas noticias del SVB», le escribía su contacto. El remitente sabía que el banco en el que Yoshida operaba las cuentas de su empresa era el SVB.

«Sólo quería ver si me podía acercar y ver cómo podríamos ayudaros», continuaba. «Podríamos tener una reunión para ver si tenemos alguna oportunidad de ayudaros en este momento».

La persona que llamó era del Bank of America. Yoshida, fundador de la startup Rocket Dollar, cuenta que ese día también recibió una llamada de Wells Fargo.

«Son inteligentes», reconoce Yoshida al hablar con Business Insider sobre la proactividad de ambas entidades. «Los grandes bancos no sólo no están sentados esperando a que suene el teléfono, sino que también están tomando la iniciativa».

En medio de la mayor agitación bancaria del país desde la crisis financiera mundial de hace casi 15 años, los grandes bancos están exhibiendo músculo. La crisis de 2008 les humilló, pero ahora la crisis de los bancos regionales de 2023 no ha hecho más que apuntalar su enorme poder.

Más o menos cuando Yoshida recibió la llamada del Bank of America, la Federal Deposit Insurance Corporation anunció que el Silicon Valley Bank había sido adquirido.

En los días siguientes, los 4 mayores bancos del país absorbieron miles de millones de dólares en nuevos depósitos. Solo el Bank of America captó 15.000 millones de dólares (14.000 millones de euros) en depósitos.

Y en una elocuente demostración del poder que atesoran los grandes bancos, 11 de ellos —liderados por JPMorgan, Citigroup, Bank of America o Wells Fargo, entre otros— inyectaron hace días 30.000 millones de dólares (28.000 millones de euros) en depósitos a otro banco regional californiano en dificultades, First Republic.

Los recientes acontecimientos han demostrado que los mayores bancos del país son ahora el único refugio real para los depósitos de empresas y consumidores. Y para muestra, una clave: los 10 mayores bancos de EEUU controlan casi la mitad de todos los depósitos estadounidenses, según datos de la FDIC.

Hace 2 décadas, ese porcentaje era inferior a un tercio. Para un sistema financiero cada vez más tensionado, los grandes bancos proporcionan la estabilidad que piden a gritos clientes y empresas.

Los grandes bancos de EEUU «saldrán, en esencia, indemnes», afirma Douglas Holtz-Eakin, uno de los miembros de la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera que examinó el colapso de 2008 y trabaja como actual presidente del American Action Forum, un centro de estudios de tendencia derechista.

«Y tal vez con una ligera mejora en su imagen pública, porque van a ayudar a First Republic, y han hecho algo que los reguladores tienen que agradecer». Con todo, el peligro para First Republic todavía no ha pasado, y JPMorgan sigue poniendo alternativas sobre la mesa.

El CEO de JPMorgan, Jamie Dimon, puso en marcha el intento de rescate de First Republic al contactar con la secretaria del Tesoro, Janet Yellen y con el presidente de la Fed, Jay Powell. Dimon, que se dirigía a Washington para reunirse con organismos sectoriales, acabó departiendo con Yellen y Powell sobre cómo reforzar el sistema bancario, según una fuente conocedora de sus reuniones.

Ellos, sin embargo, no tardaron en desviar la conversación hacia los problemas a los que se enfrentaba entonces el First Republic.

El pasado martes, tras numerosas llamadas telefónicas entre Dimon, Yellen y Powell, trajeron al presidente de la FDIC, Martin Gruenberg, y elaboraron un plan para inyectar depósitos en el banco regional afectado, según esta fuente y otra persona que también tiene información sobre el contenido de esas conversaciones.

Al día siguiente, el miércoles, Dimon reunió a los consejeros delegados de Bank of America, Citigroup y Wells Fargo. Otros bancos no tardaron en seguirle, y muchos, si no todos, tuvieron que someter el asunto a la aprobación de sus consejos de administración.

Aunque los reguladores dirigieron las discusiones y, en última instancia, dieron su bendición al plan (Dimon se reunió en persona con Yellen el jueves), el rescate mostró a un sector bancario envalentonado utilizando su poderío para llegar a una solución de mercado privada.

Previamente, el presidente Biden había insistido en limitar los rescates de los bancos por miedo a encender la polémica que siguió a los rescates de 2008.

JPMorgan ya había intentado esa misma semana proteger a First Republic. Hace 2 domingos, el banco regional anunció que había recibido una inyección de liquidez de 70.000 millones de dólares de JPMorgan y la Reserva Federal.

Los accionistas y clientes de First Republic recibieron de forma optimista esta inyección de capital, junto con la noticia de que la Reserva Federal, el Tesoro y la FDIC respaldarían los depósitos de SVB, incluso los no asegurados. Sin embargo, aquello no fue suficiente para calmar una convulsa semana en los mercados.

En lugar de ello, tras una mayor volatilidad en la negociación de las acciones de First Republic y otros bancos regionales, Dimon se reunió con Yellen y Powell para idear la inyección de depósitos.

Muchos bancos eran los mismos que habían aumentado sus depósitos la semana anterior gracias al colapso de Silicon Valley Bank. Ram Ahluwalia, consejero delegado de Lumida Wealth Management y antiguo banquero de Wall Street, explica a Business Insider que el rescate liderado por JPMorgan no fue un movimiento puramente altruista.

Por un lado, la medida estabilizó el sistema bancario que alberga a los mayores bancos. En segundo lugar, la transfusión de dinero de First Republic podría engrasar las ruedas para una potencial adquisición futura, sujeta a la aprobación regulatoria, por supuesto.

«JPMorgan tiene la posibilidad de adquirir First Republic», según Ahluwalia. En los últimos años, First Republic ha desarrollado de forma agresiva un negocio de hipotecas jumbo que no son de agencia, mientras que JPMorgan cuenta con la mayor mesa de titulización hipotecaria de Wall Street, añadió. «De eso se trata».

Una aclaración: los préstamos o hipotecas jumbo son préstamos hipotecarios que superan el límite recomendado por los reguladores. También se denominan préstamos no conformes porque no se ajustan a esos límites

Algunos de los mayores bancos intentaron aprovecharse de la crisis de SVB e incluso podrían haberse beneficiado de ella

Los banqueros de JPMorgan, con sede en San Francisco, empezaron a recibir peticiones de fundadores de startups del sector tecnológico —instigados por sus inversores de capital riesgo— ya el martes, según uno de esos inversores con base en Chicago que conoció la tendencia gracias a emprendedores californianos que respaldaba.

La respuesta de JPMorgan fue sencilla. No fue tanto «tenemos ofertas interesantes», fue más: «No vamos a caer».

En otros casos, la búsqueda de oportunidades por parte de la gran banca fue más audaz.

Hubo mensajes como los que recibió Yoshida, redactados en un lenguaje sobrio para ofrecer ayuda. Un alto ejecutivo de JPMorgan llamó el jueves a uno de los fundadores de una firma tecnológica y fue contundente. «¿Qué podemos hacer para que dejes SVB y te pases a JPMorgan?», dijo, según una persona conocedora de esta conversación.

No solo afectó a depósitos. También a empleados: banqueros de SVB Securities recibieron numerosas llamadas de JPMorgan y otros grandes bancos para contratarles, según otra persona que conoce esas llamadas.

A los grandes bancos no se les permite tomar medidas deliberadas para provocar el colapso de un banco, y en algún momento del jueves o el viernes, según una persona con conocimiento del asunto, los ejecutivos de JPMorgan advirtieron específicamente a sus banqueros que no hicieran tales llamadas.

El viernes, a medida que SVB se inclinaba hacia la suspensión de pagos, esas llamadas cesaron.

El trabajo de Goldman Sachs en favor de Silicon Valley Bank llama la atención

Los dos bancos habían desarrollado una sólida relación de trabajo a lo largo de los años, estimulada por la admiración que los banqueros de Goldman especializados en tecnología y patrimonio privado sentían por el pequeño prestamista.

Goldman solía remitir clientes a SVB, como fundadores o empleados de startups que querían un préstamo garantizado por sus participaciones en empresas privadas, según una persona con conocimiento de la relación.

Goldman incluso consideró la compra de SVB en algún momento de 2020, aunque las conversaciones fracasaron por el precio, como cuenta Semafor. 

Así que cuando SVB llamó a Goldman a principios de marzo en busca de ayuda para reestructurar su balance después de apuestas inoportunas en valores del Tesoro a largo plazo, la unión cobraba sentido.

El plan que finalmente urdieron los dos bancos, según el cual SVB vendería una cartera de bonos con pérdidas y luego obtendría los fondos propios necesarios para reponer el capital, se enfrentaba a una situación apremiante: Moody’s amenazaba con rebajar la calificación. 

Si hubiera terminado con ese mandato, Goldman se habría anotado una comisión de suscripción y habría comprado algunos bonos del SVB con descuento, operaciones que la entidad bancaria realiza cientos de veces al año.

Pero esta vez todo salió desastrosamente mal.

Goldman se echó a buscar inversores para comprar acciones de SVB, llegando a General Atlantic y Warburg Pincus, pero dejando de probar muchas otras opciones de capital privado que podrían haber participado en el acuerdo, según las fuentes familiarizadas con esta operación.

Es posible que los banqueros no se dieran cuenta de la urgencia de la situación de SVB. Incluso General Atlantic no vio los 500 millones de dólares de compromiso contingente que finalmente hizo para el acuerdo como una inversión en dificultades, según reveló a Business Insider una persona familiarizada con la visión de la empresa.

Además, no tenían mucho tiempo para dar a los inversores acceso a información no pública.

En última instancia, el banco se quedó corto a la hora de encontrar inversores que compraran la operación.

Los acontecimientos seguían sucediéndose: ese miércoles noche SVB anunció un plan público para captar 2.250 millones de dólares (2.100 millones de euros) y dijo que había vendido una cartera de bonos de casi 22.000 millones (20.500 millones de euros), reconociendo más tarde que Goldman era el comprador.

La revelación provocó una caída de las acciones de casi el 40% en las operaciones posteriores al cierre de mercadon y desencadenó la crisis bancaria que culminó con su quiebra.

Aun así, Goldman salió bien parado. Al comprar la cartera de SVB, el banco ganó 100 millones de dólares (93 millones de euros) al adquirir los títulos con descuento, según informó The New York Times.

Incluyendo el coste de las coberturas y los recientes movimientos del mercado, es probable que los beneficios se aproximen a los 50 millones de dólares (46 millones de euros).

El banco ha vendido parte de la cartera y espera cerrar la posición en las próximas semanas

No obstante, esta huida hacia la seguridad que beneficia a la gran banca tendrá un coste. Gracias a su escala, los grandes bancos han podido acaparar cuota de mercado a pesar de ofrecer más burocracia, tipos de depósito más bajos y un servicio menos práctico, especialmente a los clientes más pequeños.

Según Hilary J. Allen, profesora de Derecho en el Washington College of Law de la American University, «una comprensión básica de la competencia sugeriría que esta consolidación da a los grandes bancos más poder de mercado sobre los consumidores».

Ahora, tanto empresarios como clientes se ven abocados a contemplar un mundo con menos acceso a capital flexible y condiciones de préstamo competitivas, siempre que los mayores bancos de EEUU no cambien su forma de hacer negocios.

Varias fuentes consultadas por Business Insider sugirieron que los bancos más grandes no están interesados en atender a las nuevas empresas en fase inicial que SVB cortejaba.

Están mucho más enamorados de las empresas en etapas posteriores, las que se consideran más seguras y tienen más probabilidades de necesitar servicios de banca de inversión, préstamos a gran escala o gestión de tesorería.

«Si pensamos en la próxima innovación, puede que a esas empresas les resulte más difícil conseguir que los bancos las acepten», reconoce Alexander Yokum, analista de investigación de renta variable de CFRA. «A los últimos bancos que lo hicieron… no les fue bien».

Deja una respuesta