La creatividad, esa con la que parecen ungidos solo unos pocos privilegiados y que anida en realidad en todos los mortales, no emerge de la nada. Quienes alumbran ideas (más o menos preñadas de calidad) tienen efectivamente epifanías, pero esas epifanías no tienen nada de mágico y son más bien mundanas. La creatividad es el resultado de conectar ideas que ya moraban desde hace tiempo en su materia gris.

No existen las ideas 100% nuevas. Todas las ideas, incluso las que parecen a bote pronto más portentosas, echan anclas en ideas preexistentes. Y es que las creatividad consiste no tanto en crear como en hallar maneras de conectar cosas huérfanas a priori de vínculo alguno.

Esta es la tesis que defiende el publicitario británico Dave Trott en su último libro, Crossover Creativity, que ha publicado recientemente la editorial Harriman House.

En su obra, integrada por historias breves ancladas en la realidad (que es, al fin y al cabo, la madre de todas las ideas), Trott subraya que la creatividad nace necesariamente de la hibridación de cosas diferentes entre sí.

Y es que cuando dos cosas procedentes de universos ajenos son felizmente amalgamadas, brota algo totalmente nuevo. Y esas dos cosas dan lugar a una tercera cosa, que eventualmente se metamorfosea en una nueva idea.

Tal y como la entiende Trott, la creatividad es más ubérrima cuando quien tiene a bien ponerla en práctica se toma la molestia de leer libros, ver películas, observar comportamientos y consumir contenidos a mansalva. Cuanto más nutrimos nuestra mente con ideas de terceros, más predispuestos estaremos a la mixtura de esas ideas para prender la mecha de la creatividad, argumenta Dave Trott en Crossover Creativity.

La creatividad nace del encuentro de ideas radicalmente diferentes entre sí

Su última obra, dividida en nueve partes diferentes, es una compilación de historias (ejemplos en realidad) que pretende ser una suerte de guía para dar fuelle a la creatividad en todos los ámbitos: la publicidad, los negocios o el deporte.

En esas historias, donde se cuelan personajes célebres (Banksy, Mel Brooks, George Washington, el fundador de Motown Berry Gordy o el legendario publicitario neoyorkino Jerry Della Femina) pero también perfectos desconocidos (porque la creatividad aflora en las personas de toda clase y condición), Trott sostiene que las ideas salen a flote a base de comparar y contrastar, compilar y analizar, y aprovisionarse de «inputs» y provocaciones.

Para alumbrar ideas necesitamos avituallarnos de muchísimos «inputs» y para ello debemos apoyarnos en perspectivas aparentemente divergentes.

La creatividad es aproximarse a la producción de música como a la cadena de montaje de un fábrica de automóviles, es utilizar alambre de púas para realizar llamadas telefónicas, es fingir tu propia muerte para promocionarte a ti mismo, es poner a un piloto borracho a bordo de un bólido para ganar una carrera, es pagar por un pintura falsa con dinero falso y es editar la Biblia con la hoja de una cuchilla con el último objetivo revelar sus entrañas, asevera Trott.

En una de las historias recogidas por Trott en su libro el protagonista es, por ejemplo, el célebre artista urbano Banksy. En esa historia el publicitario británico recuerda una anécdota, aparentemente baladí, que terminaría forjando la leyenda del artista oriundo de Bristol.

Cuando tenía 18 años, el bueno de Banksy (que por aquel entonces no había adoptado aún ese sobrenombre) estaba vandalizando trenes con pintura en spray en un depósito de trenes. Cuando su obra estaba todavía a medias, apareció la policía y el artista se escondió debajo de un camión.

Mientras esperaba debajo del vehículo a que la policía desapareciera, el joven clavó la mirada en la parte inferior del camión, donde alguien se había valido de plantillas para escribir la siguiente frase en el tanque de la gasolina: «Fill to line only – Do not overfill»,

Observando esa frase, primorosamente estampada sobre el tanque de gasolina del vehículo con la ayuda de una plantilla, el muchacho decidió que se valdría de la misma técnica (las plantillas) para llevar a su cabo sus grafitis con más celeridad (y escapar con más facilidad de las fuerzas del orden).

Con sus plantillas ya a punto, el joven decidió salir a la calle, poner en práctica su plan y firmar sus obras, pero no podía utilizar su verdadero nombre, por lo que eligió el pseudónimo de Robin Banks. Sus amigos abreviaron, no obstante, este alias y el muchacho terminaría siendo conocido como Bansky.

La creatividad consiste en la metamorfosis de los problemas en oportunidades

Esta anécdota es un magnífico compendio de la tesis defendida por Trott en Crossover Creativity: que las ideas nacen de la fusión de cosas diferentes (un grafiti y una frase grabada sobre un tanque de gasolina en este caso) y de la búsqueda de problemas que se transforman eventualmente en oportunidades.

Con la mixtura de dos ideas aparentemente insignificantes (y ajenas entre sí) Banksy se convirtió en el artista urbano más popular sobre la faz de la Tierra (sin que nadie sepa paradójicamente su verdadero nombre).

De la combinación de ideas fue fruto asimismo el éxito de otro de los protagonistas del volumen de historias de Trott: Berry Gordy, el fundador del legendario sello discográfico Motown.

Cuando era apenas un muchacho y acababa de abandonar el ejército, el bueno de Berry comenzó a trabajar en una fábrica de Ford en Detroit. El joven no quería pasar el resto de su vida en una línea de montaje, por lo que comenzó a escribir canciones.

Algunas de esos temas conquistaron el éxito, por lo que Berry tomó la determinación de dejar su trabajo y de dedicarse a escribir canciones a tiempo completo.

Berry no quería, no obstante, perder el control de sus propias canciones, por lo que comenzó a producirlas él mismo. Más tarde decidió que no le bastaba con producir sus temas sino que quería también publicarlos bajo su propio sello discográfico. Berry consiguió controlar de esta forma controlar todo el proceso y su negocio se hizo más y más grande.

Fue entonces cuando Berry decidió aplicar lo que había aprendido en la cadena de montaje de Ford a la industria musical. Consciente de que en como en un coche en un artista se dan cita toda una miríada de piezas, el fundador de Motown comenzó a «fabricar» cantantes como si fueron automóviles.

Los intérpretes nacidos al calor de Motown no eran meros cantantes, había en ellos múltiples piezas que los convertían en artistas completos que sabían cantar, interpretar, bailar, vestir, hablar en público y derrochar estilo y elegancia.

Motown producía artistas completos a los que no les faltaba un detalle, al igual a que los vehículos salidos de la cadena de montaje de Ford.

El gran hallazgo de Berry Gordy fue atreverse a emparentar la cadena de montaje de Ford con la industria musical, dos mundos aparentemente opuestos que él tuvo la feliz idea de fusionar.

La creatividad, insiste Trott, consiste en juntar cosas y observar la reacción fruto de su fusión. Y cuantas más cosas tengamos a bien combinar, más reacciones obtendremos y más probabilidades habrá de que tales reacciones terminen eventualmente germinando para convertirse en ideas.

Tener ideas es algo tan simple y simultáneamente tan complejo como compilar toda una plétora de cosas no interconectadas entre sí y tener el coraje de ensamblarlas para dar lugar a algo nuevo, concluye Trott.

Esther Lastra

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