Probablemente la mayor ventaja de la diferenciación es que lo pone en un contexto aparte, en una categoría nueva. Por eso se dice que es mucho mejor ser diferente que ser mejor, porque los clientes no notan pequeñas variaciones de mejoría. Un 10% más rápido, un 10% más productivo, un 10% más eficiente, un 10% más de duración, son medidas que en el uso habitual o en la experiencia del cliente no son muy perceptibles.
Por eso, cuando no solamente está pensando en cómo superar la competencia, que ya tiene un estándar, sino que crea una categoría aparte, será más relevante para los clientes. De hecho, es mucho más fácil, mucho más rápido y mucho más efectivo ser diferente que ser mejor. Cada vez ser “mejor” es más difícil, pues los jugadores tienden a homologar sus tecnologías, sus características y todo lo que compone la propuesta de valor.
Por eso la diferenciación es maravillosa, porque lo que le permite es ser muy rápidamente percibido como una categoría distinta, como algo que resuelve un problema mucho mejor que los demás, sin que necesariamente tenga que ser mejor. Solamente tiene que ser diferente.