Nuestros trabajos anteriores pueden marcar nuestras vidas, carreras y relaciones, así como nuestra forma de pensar sobre nuestro ser profesional.

Para algunos, las experiencias más dolorosas permanecen alojadas en su psique: el jefe abusivo que socavó su trabajo; el colega racista que saboteó su oportunidad de ascenso; el despido que pareció surgir de la nada; y la oficina envenenada en la que los compañeros los menospreciaron o los ignoraron por completo.

Las investigaciones sugieren que el peso del trauma emocional inducido por el trabajo puede dañar la autoestima de las personas y perjudicar sus carreras. Las reacciones incluyen dificultad para concentrarse, absentismo y ansiedad. Algunos también experimentan sentimientos de miedo e impotencia y síntomas como dolores de cabeza y náuseas.

«El trauma puede cambiar las suposiciones de la gente sobre sí misma y el mundo», explica Ryan Vogel, de la Escuela de Negocios Fox de la Universidad de Temple (EEUU), que ha realizado investigaciones sobre el tema: «Uno asume que es un individuo competente y digno de estima. Pero si te tratan mal, llegas a creer que no vales nada».

Hoy en día, en medio de una pandemia mundial que parece no tener fin y de unas tasas de agotamiento y depresión relacionados con el trabajo que se disparan, aprender a navegar y recuperarse de un trauma emocional es una habilidad fundamental.

Aunque el trauma puede tener efectos negativos duraderos, los expertos afirman que también puede provocar un «crecimiento postraumático». Es entonces cuando las personas desarrollan una comprensión más profunda de quiénes son, de sus relaciones y del mundo en el que viven.

El crecimiento postraumático suele producirse por sí solo, pero los empleados también pueden cultivarlo. Los expertos afirman que buscar asesoramiento, reforzar las redes de apoyo profesional y realizar cursos de resiliencia pueden ayudar a las personas a pensar de forma más positiva sobre sus trabajos anteriores y a desarrollar habilidades para hacer frente a la adversidad a lo largo de sus carreras.



Cómo se siente un trauma emocional en el trabajo

Cuando Margo Lovett cierra los ojos, casi puede oír la voz áspera de su colega escupiendo veneno por teléfono.

Lovett era despachadora en una empresa de logística, donde trabajaba desde hacía 26 años, y era una de las pocas mujeres negras de la oficina. Cuenta que tenía buenas relaciones, pero que se mantenía alejada de una persona con mala reputación. Un viernes, el colega la llamó de improviso y le gritó. «Dijo que era una estúpida y me acusó de dificultar su trabajo», recuerda.

Lovett se sentó temblando en su escritorio hasta que otro colega, al ver su angustia, terminó la llamada por ella. Se lo contó a su jefe y presentó un informe a recursos humanos.

Volvió al trabajo a la semana siguiente, pero la llamada la atormentaba. Lovett comparte que había sido agredida cuando era adolescente y que el incidente le produjo emociones similares. Lloró en su coche de camino al trabajo y se escondió en el baño, temerosa de ver a su colega.

Más tarde se enteró de que su declaración de RRHH se había perdido. «Me sentí traicionada. Si le hubiera hecho eso yo a él, me habría quedado sin trabajo», critica.

Cuatro meses después, renunció. Comenzó una terapia, que la ayudó, y se reinventó como podcaster.

Su experiencia no es inusual. Mellissa Withers, profesora asociada de medicina clínica preventiva en la Facultad de Medicina Keck de la USC (EEUU), comparte que las personas que experimentan traumas en el lugar de trabajo son a menudo, aunque no siempre, miembros de grupos marginados, incluidas las mujeres, las minorías subrepresentadas y los que se identifican como LGBTQ. El trauma puede exacerbar los prejuicios sistémicos a los que ya se enfrentan estos empleados.

La gente tiende a descartar o disminuir lo que está experimentando: «Hay dudas: ‘¿Me estoy tomando esto como algo demasiado personal o le estoy dando demasiada importancia?'», explica, y añade que la incertidumbre puede dar lugar a sentimientos de baja autoestima.

«Se convierte en un círculo vicioso: no te sientes seguro en tu trabajo y te preocupa perderlo; eso te lleva a sentir que no eres un buen trabajador, lo que puede provocar problemas de rendimiento y depresión, por lo que acabas dejando un trabajo en el que en realidad eres bueno», analiza.

Eso estuvo a punto de ocurrirle a Catalina Arango. Después de sus estudios en Boston (EEUU), Arango, de origen colombiano, se incorporó a una empresa tecnológica como la única mujer latina del equipo.

Cuenta que sus compañeros blancos la excluyeron dejándola fuera de las conversaciones de Slack y que algunos incluso se burlaron de su acento. Una vez, en una reunión fuera de la empresa, un colega le hizo una propuesta sexual no deseada.

Arango no podía dormir y se sentía ansiosa: «Fue horrible, pero tenía un visado, así que necesitaba el trabajo», comparte.

Ya ha dejado la empresa, pero la experiencia se le quedó grabada: «Pienso en ello como un ex tóxico. Pasaron muchas cosas negativas, pero al mismo tiempo aprendí mucho y me hizo más dura».

Cómo navegar y recuperarse de un trauma emocional

Hay formas productivas, respaldadas por la ciencia, que te ayudarán a superar los restos emocionales de trabajos anteriores. Los expertos afirman que el primer paso es replantear el trauma como una oportunidad de crecimiento. El objetivo es reconocer lo que se ha superado y llegar a un lugar de comprensión, como hizo Arango.

«Quieres ser capaz de decir objetivamente: ‘Sí, es posible que el mundo sea inseguro y que me maltraten. Pero soy más fuerte por haber sufrido. Pasé por algo duro, y pude volver a superarlo'», refleja Vogel.

Algunas personas pueden necesitar asesoramiento o terapia cognitivo-conductual para procesar su trauma; otras pueden encontrar útil la meditación o la atención plena.

Estudios indican que desarrollar un fuerte apoyo social es clave. Withers recomienda intentar crear redes dentro de tu organización, tu industria y tu profesión; estos grupos pueden servir como cajas de resonancia de confianza. «Uno quiere sentirse parte de una comunidad y tener aliados. No es necesario que sean los mejores amigos, pero sí que haya vías de apoyo», aclara.

Una investigación sugiere que el entrenamiento en resiliencia también es beneficioso para gestionar los efectos del trauma emocional y manejar el estrés.

«Estas situaciones pueden ser catalizadoras del dolor, pero también son una oportunidad para cultivar la resiliencia, de modo que no importa lo que te echen encima, eres de teflón», compara Jody Michael, psicoterapeuta, entrenadora de ejecutivos y autora.

Michael ayuda a sus clientes a desarrollar lo que ella llama los «5 músculos de la aptitud mental».

Esto implica ser capaz de autoevaluarse, es decir, darte cuenta de los patrones de comportamiento y los motivos y comprender cómo tus emociones y acciones afectan a los que te rodean; desarrollar la rendición de cuentas, asumiendo la responsabilidad de tus pensamientos, estados de ánimo y comportamientos; aprender a mantener múltiples perspectivas y ver los puntos de vista de los demás; decidir elegir creencias útiles aplicando una lente medida y reflexiva a las circunstancias difíciles; y calmar tu fisiología mediante la respiración profunda, que, según varios estudios, puede reducir el estrés.

«Desarrollar la aptitud mental te ayudará a curarte. Ganarás perspectiva y sabrás que el comportamiento de otra persona dice más de ella que de ti», concluye.

Rebecca Knight

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