El éxito no se garantiza simplemente por la reputación acumulada a lo largo de los años. Las marcas, especialmente las consideradas “premium,” deben estar atentas a no caer en la complacencia de creer que su nombre o su prestigio histórico son suficientes para sostenerse indefinidamente en el mercado, y más aun, para justificar un precio superior. La evolución es constante: la competencia se transforma y mejora sus ofertas, al tiempo que los clientes adaptan sus expectativas y necesidades a la realidad de turno.

Un error que puede resultar fatal es mantener un precio premium, justificándolo únicamente en la reputación, desconociendo que otros actores en el mercado pueden estar ofreciendo propuestas de valor innovadoras y atractivas a precios más accesibles. La percepción de valor no es estática; depende de una combinación de beneficios y costos que los consumidores evalúan en función de sus prioridades. De esta forma, una marca que cobra más por su prestigio corre el riesgo de verse desplazada si no se mantiene relevante y en sintonía con los cambios en el mercado.

Los clientes no siempre estarán dispuestos a pagar más por los mismos diferenciales. Si una marca no adapta su oferta y sigue creyendo que su historia o renombre le asegura clientes fieles, pronto descubrirá que los competidores han creado sus propias fortalezas y han captado a un público en busca de nuevas propuestas. Por eso, recuerde, ningún diferencial es para siempre, y dormirse en los laureles podría ser el principio del fin.

David Gómez

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