El debate sobre inmigración ha vuelto al centro de la política europea y española (si es que alguna vez se ha ido). En las últimas semanas, hemos presenciado propuestas de expulsión masiva hasta discursos que señalan a las personas migrantes como responsables de buena parte de los males del país.
Sin embargo, más allá de estas percepciones sesgadas, los datos económicos cuentan otra historia: sin la aportación de la población inmigrante, España no habría crecido como lo ha hecho en los últimos años, y muchos sectores —especialmente aquellos donde más dependen las pymes— estarían hoy en crisis.
Trabajadores clave: construcción y hostelería
Manel Pérez lo resumía con claridad en el magacín En Clave Económica: «Sin los emigrantes, España se para.»
Las cifras lo respaldan: los trabajadores extranjeros ya representan el 14 % de la afiliación a la Seguridad Social. Solo en 2023, de los 500.000 empleos creados, 200.000 fueron ocupados por inmigrantes y, según los datos de crecimiento, desde 2019 su aportación explica el 80 % del incremento del PIB español.
En sectores como la construcción o la hostelería, donde la falta de mano de obra es ya estructural, el papel de los trabajadores inmigrantes es directamente indispensable.
En el sector de la construcción, por ejemplo, el 26 % del empleo lo ocupan inmigrantes; el 49 % de los peones y el 39 % de los albañiles no han nacido en España. Un sector, además, cuya fuerza laboral se encuentra envejecida y que, pese a las carencias, sigue requiriendo de relevo generacional. Hoy, más que nunca, cuando el país necesita viviendas y aumentar la actividad productiva.
No es solo una cuestión de números, sino de estructura económica. Como señala también el Banco de España, los flujos migratorios están ayudando a mitigar el envejecimiento poblacional y sostener el crecimiento per cápita, algo que la propia OCDE ha subrayado recientemente al recomendar a España que facilite la incorporación de personas mayores e inmigrantes para garantizar el equilibrio del sistema laboral.
La otra cara: el talento que se forma y se va
Mientras tanto, España sufre otra fuga silenciosa. Cada año, decenas de miles de jóvenes cualificados abandonan el país por falta de oportunidades.
En un artículo reciente de El Blog Salmón, señalábamos que solo en 2022 salieron de España más de 426.000 personas, casi la mitad de ellas con estudios superiores o técnicos.
La fuga de talento no es un fenómeno anecdótico, sino estructural: la Fundación BBVA y el Ivie estiman que el coste de esta descapitalización supera los 155.000 millones de euros al año.
Lo paradójico es que los mismos factores que empujan a muchos españoles a emigrar —salarios bajos, inestabilidad, falta de perspectivas— son los que traen a inmigrantes al país.
Sin embargo, hay una diferencia clave: España no retiene ni aprovecha bien a ninguno de los dos perfiles. Más del 50 % de los trabajadores extranjeros con estudios universitarios están sobrecualificados, uno de los peores datos de Europa. La paradoja aquí es que, pese a la llegada de profesionales formados, el mercado español condena a la mayoría a sectores de baja cualificación, como la hostelería o la construcción, sin acceso real a una integración profesional que reconozca su formación.
Una cuestión clave para las pymes
Para las pymes, este escenario tiene implicaciones muy concretas. Los discursos que criminalizan la inmigración no solo son injustos o infundados: van directamente en contra de los intereses de la mayoría del tejido empresarial español, que depende de mano de obra diversa, flexible y disponible para mantenerse operativo.
Lo advertía el líder sindical Unai Sordo: «Va a venir más gente a España, se ponga como se ponga la extrema derecha… o se nos para el país. El debate no es inmigración sí o no, sino inmigración cómo».
La pregunta no es si España debe o no acoger a inmigrantes. Lo hace ya, lo necesita y lo seguirá haciendo. La cuestión urgente es cómo se integran, cómo se les reconoce y cómo se corrigen los desajustes que impiden aprovechar su potencial. Y cómo se evita, al mismo tiempo, que el talento formado dentro siga marchándose por la falta de un horizonte profesional claro.
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